30 de marzo de 2010

Atentado terrorista en el metro ¿Qué pasa en Rusia?

Aquí hay un link hacia un buen resumen de la problemática en Rusia, que según sus autoridades, es el trasfondo del reciente atentado terrorista.

noticia

Un polvorín en el Cáucaso

La situación en el Cáucaso del Norte es el problema "más serio" de la política interior de Rusia. Así lo dijo el presidente, Dmitri Medvédev, en su último discurso sobre el estado de la nación y así lo indica la violencia de la que han sido víctimas miles de personas. Pese a todas las medidas militares, policiales, administrativas y económicas adoptadas por Moscú, el Cáucaso sigue siendo un foco desestabilizador que ha extendido su influencia a otras zonas del Estado. Desde la guerra de Chechenia, que fue su germen inicial, la semilla se ha ramificado en diversos conflictos superpuestos y mezclados, que se manifiestan en cada estallido de terror.

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15 de marzo de 2010

Falleció un cadete héroe


Ayer 14 de marzo a las 21:00 horas, falleció en Cuba: Carlos Enrique Wer; cadete héroeo de la gesta del 2 de agosto de 1954. Autor del libro "En Guatemala los héroes tienen 15 años".














Carlos Enrique Wer

11 de marzo de 2010

Estrategia del EGP, durante el Enfrentamiento Armado Interno, 1980

El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) básicamente planteaba que para el triunfo de la guerra popular en Guatemala se necesitaba hacer interactuar tres planos estratégicos, complementarios entre sí: la montaña, la ciudad y el llano.

En la situación concreta, la montaña era el altiplano, y su retaguardia la selva de Ixcán; la ciudad era la capital, donde actuaba el Frente Otto René Castillo y la Comisión de Trabajo Amplio de Masas, COTRAM.

El llano era la costa sur, donde se había organizado el Frente Luis Augusto Turcios Lima. La montaña debía ser el escenario donde se formaran las fuerzas militares estratégicas de la revolución, pasando por diferentes fases: implantación, organización de la población, generalización de la guerra de guerrillas y, como fase final, disputa de territorio y población.

El área para que se desarrollaran esas fuerzas guerrilleras estratégicas y se generalizara la guerra de guerrillas era lo que el EGP llamaba «el altiplano densamente poblado», que poco más o menos correspondía al territorio donde actuaba o tenía influencia el Frente Guerrillero Augusto Cesar Sandino (FGACS).

El desarrollo de la fuerza estratégica en el altiplano estaría facilitado por las acciones de sabotaje que ejecutaría el frente de la costa, escenario principal de la economía guatemalteca, y donde se asumía que el Ejército no podía reprimir masivamente porque con ello precipitaba la crisis. No obstante, se vería obligado a concentrar fuerza allí, lo que le implicaba dispersarla a nivel nacional y, sobre todo, reducir su capacidad de responder al desarrollo del EGP en la montaña.

El problema fue que en el altiplano (llamado la montaña por el EGP) el Ejército estableció entes locales de carácter interinstitucional trató de hacer ágil y eficaz la acción del Estado e implantó estructuras para captar a la población (Polos de desarrollo). Además de las actividades cívico-militares tradicionales en todos los ejércitos, en las distintas localidades.

La capital era un centro nervioso con múltiples funciones: agitar, organizar, sabotear, desgastar al enemigo y, en última instancia, preparar las condiciones para una insurrección urbana que coronaría todo el esfuerzo de guerra popular .

El punto neurálgico de la estrategia del EGP era hacerse fuerte en el altiplano densamente poblado; es decir, en el área encomendada al FGACS. Por eso, al desarticular este frente y al someter a la población o ponerla de su lado, el Ejército derrotó la estrategia del EGP, pero no destruyó a esa organización ni tampoco a las otras integrantes de URNG. Lo que hizo, expresado en los términos que le escuché a un oficial, fue «quitarle a la guerrilla la capacidad de desafiar al poder militar del Estado».

Mario Payeras, un hombre con una profunda vocación intelectual, que estudió filosofía en la universidad de Leipzig y contaba con una sólida formación marxista, dedicó mucho de su tiempo a desentrañar la lógica de la estrategia del Ejército. Según su opinión, lo que éste hizo fue crear los medios para impedir que se produjera lo que el EGP pretendía. Ellos tenían el cuadro perfectamente claro. Sabían que el objetivo fundamental de su enemigo era dispersarles sus fuerzas.

Desde esa lógica, lo primero que hicieron fue golpear a la guerrilla urbana. La redujeron al mínimo y llevaron casi a la inacción al Frente Otto René Castillo que operaba en la capital. A la par, e indudablemente con la ayuda de los infiltrados, desarrollaron exitosamente el operativo para capturar los famosos reductos guerrilleros.

De esta forma lograron interrumpir el trabajo logístico del movimiento revolucionario y, simultáneamente, le arrebataron las armas de largo alcance que había logrado introducir al país. Haber dejado a la guerrilla con meras armas de infantería le daba una enorme ventaja para enfrentarla militarmente, como ocurrió al sur de Quiché.

Durante todo el año 1980 y parte de 1981, la guerrilla quemó cultivos de caña de azúcar y realizó otras acciones en distintas zonas de la costa del Pacífico y se creía que lo planificado avanzaba como correspondía. Sin embargo, el Ejército encontró la fórmula para desarticular también ese frente de guerra sin acudir a la represión masiva. Realizaron una producción efectiva de inteligencia militar

Neutralizado el "llano", el ejército se dedicó a la "montaña". Payeras definió un nuevo concepto: dijo que en el movimiento revolucionario, más que una estrategia, era un diseño unilateral de propósitos, en el que todo parecía tener una perfecta coherencia, pero no tomaba en cuenta la reacción del adversario.

No contemplaba vías alternas. Daba por hecho que las cosas iban a ocurrir como estaban planteadas. Y el Ejército, con su capacidad de planeación y ejecución, se las arregló para impedir que funcionara. Además, una cosa era que los pasos y los objetivos estuvieran en el papel, y otra que se tuviera la capacidad o la voluntad de ejecutarlos.

En lo político, por ejemplo (de la guerrilla), en vez de realizar acciones que mostraran la necesidad de aislar al adversario para lograr un gobierno popular y democrático, se decidió instalar bombas en las torres financieras del Banco Industrial y en el edificio de la Cámara de Comercio, sin pensar que ambas instituciones aglutinaban a grandes y pequeñas industrias, así como tenderos de los pueblos junto con los grandes supermercados; es decir, sectores con los que se suponía que era conveniente establecer alianzas. Lejos de aislar al Ejército lo que se hizo fue fortalecer la alianza de éste con sectores estratégicos.

La estrategia del Ejército guatemalteco indudablemente no tenía la erudición de los revolucionarios. En su concepción podía tener debilidades, pero el Ejército contaba con las estructuras, los medios, los oficiales y la capacidad de su tropa para implementar su estrategia a fondo. El general Alejandro Gramajo cuenta en su libro De la Guerra a la Guerra cómo, frente a una determinada situación, le pedían a la sección de inteligencia que les preparara tres escenarios. Con base en ellos, a la mañana siguiente convocaban al mando, tomaban la decisión, y en la misma tarde daban las órdenes a las fuerzas de tarea. Mientras en el EGP, para que la Dirección Nacional tomara una resolución y ésta se conociera en los frentes del Quiché, pasaba por lo menos un mes.

Fuente: Porras Castejón, Gustavo. Las huellas de Guatemala. Guatemala: F&G Editores, 2009, 3era. edición.

La Inteligencia Militar durante el enfrentamiento armado interno

Fragmentos del Libro "Las huellas de Guatemala" de Gustavo Porras Castejón


En 1984, tuve ocasión de hablar extensamente con Mario Payeras, quien hasta entonces era el segundo en la dirección del EGP, después de Rolando Morán. Payeras estaba muy metido en el estudio y análisis de las operaciones de inteligencia del Ejército guatemalteco y, a medida que fuimos profundizando sobre el tema, más me sorprendía la astucia de los militares para infiltrar al movimiento revolucionario y revertirle su estrategia.

La inteligencia operaba al contrario de la lógica común. Lo que nosotros considerábamos como lo más seguro resultaba ser lo más peligroso. El lugar donde yo me alojaba, por ejemplo, siempre se había considerado fuera de peligro. Era la casa de una familia que venía colaborando con el movimiento revolucionario desde mucho tiempo atrás. Luis Turcios y otros jefes revolucionarios se habían escondido ahí y nunca había pasado nada.

Analizando las cosas, Payeras me explicó que en la inteligencia se manejaba un principio básico: por más duro que se golpeara al movimiento revolucionario, siempre se iba a recomponer si sus líderes e ideólogos lograban subsistir. Destruirle toda su infraestructura no era conveniente, porque entonces los revolucionarios se verían obligados a construir todo de nuevo, y eso podía conducir a que la inteligencia perdiera sus pistas. Entonces, dejaban intactos ciertos lugares, para que los revolucionarios los siguieran utilizando, y así ellos no perder los hilos de la trama.

Tradicionalmente, la elite guatemalteca había considerado a los militares como tontos. Siempre los había visto de menos porque los militares, con alguna excepción, provienen de la clase media y popular. Pero esa visión despectiva y simplificada —aunque por otras razones—, también predominaba entre estudiantes, intelectuales y mucha gente más. Sin embargo, la inteligencia fue un arma decisiva del Ejército que, además, marcaba un gran contraste con la situación de la guerrilla que, hasta donde yo sé, nunca logró una información de calidad.

El Ejército, en cambio, obtenía información, la procesaba, la convertía en planes y éstos los ejecutaba, disponiendo para ello de una estructura profesional, con sistemas de mando rigurosamente definidos y verticales, donde se acatan disciplinadamente las órdenes y se tiene la capacidad y los medios de llevarlas a la práctica con agilidad.

El papel de la inteligencia no se redujo a lo operativo ni tampoco a la estrategia estrictamente militar; fue fundamental para concebir una estrategia político-militar. Por la vía armada se plantearon llegar a lo político.

Esta estrategia se expresa en tres planes de campaña sucesivos: «Victoria 82», «Firmeza 83» y «Reencuentro Institucional 84». En pocas palabras esto significaba derrotar a la guerrilla (o al menos quitarle la posibilidad de desafiar al poder del Estado), consolidar ese resultado y, luego, regresar a la institucionalidad mediante la promulgación de una nueva Constitución y la consiguiente elección de un Gobierno legítimo en un marco de apertura que, sin embargo, excluía a la guerrilla; no sólo porque esto no estaba concebido sino porque tampoco la guerrilla lo hubiera aceptado.